Tuesday, February 20, 2007

Hey, hombre de la pandereta.

Sabía que era cuestión de gustos. Toda la vida se había hecho saber que no hay feo y no hay bello. No hay hermoso o sublime, solo hay me gusta o no me gusta. O me parece un asco, o lo que sea. Lo sabía. Era un principio (aunque raro de encontrar) que se alegraba de tener incorporado y que hacía que una vez cada tanto le faltara un poco de humildad, aunque nunca lo hiciera sentir. Y sin embargo estaba ahí, sentada en el escritorio de su cuarto, con un bolígrafo en la mano y siete libros sin leer en la conciencia. Sin perdonarse por lo alto que volaba su cabeza, escuchaba esa voz enorme, áspera y fresca como la de pocos, resonar en los parlantes de su antiquísimo equipo de música. Y no podía más que pensar en que debía de haber estado equivocada toda su vida. Era IMPOSIBLE que alguien pudiera no disfrutar de aquello. ¿Cómo, por el amor de Dios, podía un ser humano con uso de razón no disfrutar del temblor de las cuerdas de esa guitarra, del grito estridente de la voz, del lamento incesante de la armónica, de la poesía al volverse canción?¿Cómo era posible que alguien prefiriera tararear una jingle sobre sombrillas a aquella obra de arte que ella no podía, no quería sacarse de la cabeza? Música de granja, le habían dicho. Bah, no saben nada. No. Bueno, si no les gusta no les gusta. ¡¡¿¿CÓMO NO LES GUSTA??!! Pensó que probablemente no fuera capáz de encontrar a más de dos personas cercanas que conocieran los acordes que encerraban esos 5 minutos con 28 segundos. Se sonrió. No había nadie para notarlo, pero nuevamente le faltó un poco de humildad .